“Mi Mensaje”
“En estos últimos tiempos, durante las horas de mi enfermedad, he pensado muchas veces, en este mensaje de mi corazón.
Quizá porque en “La Razón de mi Vida” no alcancé a decir todo lo que siento y lo que pienso, tengo que escribir otra vez.
He dejado demasiadas entrelíneas que debo llenar; y no porque yo lo necesite.
No. Mejor sería acaso para mí, que callase, que no dijese ninguna de las cosas que voy a decir y que quedase para todos, como una palabra definitiva, todo lo que dije en el primero de mis libros.
Quiero
demasiado a los descamisados, a las mujeres, a los trabajadores de mi
pueblo y por extensión quiero demasiado a todos los pueblos del mundo,
explotados y condenados a muerte por los imperialismos y los
privilegios.
Me duele demasiado el dolor de los pobres, de los
humildes, el gran dolor de tanta humanidad sin sol y sin cielo como para
que pueda callar.
Si todavía quedan sombras y nubes queriendo tapar el cielo y el sol de nuestra tierra, y todavía queda mucho dolor que mitigar y tantas heridas que estañar...¡cómo será donde nadie ha visto la luz ni ha tomado en sus manos la bandera de los pueblos que marchan en silencio, y sin lágrimas, y sin suspiros, sangrando bajo la noche de la esclavitud; y cómo será donde ya se ve la luz, pero demasiado lejos, y entonces, la esperanza es un inmenso dolor que se rebela y que quema en la carne y el alma de los pueblos sedientos de libertad y justicia.!
Para ellos, para mi pueblo, para todos los pueblos de la humanidad es “Mi Mensaje”.
Ya no quiero explicar nada de mi vida ni de mis obras. No quiero recibir ningún elogio. Me tienen sin cuidado los odios y las alabanzas de los hombres que pertenecen a la raza de los explotadores.
Quiero rebelar a los pueblos. Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón. Quiero decirles la verdad que una humilde mujer del pueblo ¡la primera mujer del pueblo que no se dejó deslumbrar por el poder ni por la gloria! aprendió en el mundo de los que mandan y gobiernan a los pueblos.
Quiero decirle la verdad que nunca fue dicha por nadie, porque nadie fue capaz de seguir la farsa como yo, para saber toda la verdad.
Porque todos los que salieron del pueblo para recorrer mi camino no regresaron nunca. Se dejaron deslumbrar por la fantasía de las alturas y se quedaron para gozar de la mentira.
Yo me vestí con todos los honores de la gloria, de la vanidad y del poder. Me dejé engalanar con las mejores joyas. Todos los países del mundo me rindieron homenajes. Todo lo que me quiso brindar el círculo de los hombres en que me toca vivir, como mujer de un presidente extraordinario, lo acepté sonriendo, “prestando mi cara” para guardar mi corazón, sonriendo. En medio de la farsa, conocí la verdad de todas sus mentiras.
Yo puedo decir ahora, lo mucho que se miente, todo lo que se engaña y todo lo que se finge. Conocí a los hombres en sus grandezas y miserias.
Muchas veces he tenido ante mis ojos, al mismo tiempo, como para compararlas frente a frente, la miseria de la grandeza y las grandezas de la miseria.
Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle... Por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder, y pude ver sus miserias.
Ahora conozco todas las verdades y todas mentiras.
Tengo que decirlas al pueblo de donde vine. Y tengo que decirlas a todos los pueblos de la humanidad.
A los trabajadores, a las mujeres, a los humildes descamisados de mi Patria y de la tierra. ¡A la infinita raza de los pueblos! como un homenaje de mi corazón”.
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